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EL IMPUESTO A LOS DIVIDENDOS
Se ha propuesto el Gobierno Nacional la meta de industrializar a Colombia, para “salir de la época feudal”. Laudable propósito.
Según el modelo cepalino, cualquier política de industrialización de un país debe contar con cinco elementos básicos: 1) Impulsar una regulación eficiente; 2) Garantizar un entorno macroeconómico; 3) Un proceso eficiente de financiamiento; 4) Impulsar el aprovechamiento de ventajas comparativas regionales mediante una infraestructura de transporte eficiente; y, 5) Creación de polos de desarrollo regional.
Este breve ensayo no tiene el espacio para un análisis detenido de las anteriores variables, pero si observamos los requisitos 1 y 3, antes mencionados, como tantas veces se ha dicho los gobiernos de turno no han sido capaces de establecer una regulación eficiente que sea garantía de estabilidad jurídica, y menos aún, en materia tributaria.
Los estudios arrojan que en el país se adelanta una reforma tributaria cada año y medio, aproximadamente, durante los últimos 25 años. Este fenómeno de inestabilidad legislativa, afecta las variables 2 y 3, ya que interactúa con ellas, en vista de que no es posible, en esta condiciones, garantizar un entorno macroeconómico, ni tampoco impulsar un proceso eficiente de financiamiento de crecimiento industrial.
El sistema tributario colombiano, como lo han acreditado todos los estudios recientes, de las variadas Comisiones designadas para estudiarlo, está sustentado en los gravámenes sobre las empresas formales, con una triple tributación: patrimonio, renta y ganancia ocasional sobre los dividendos.
Ello ha dado lugar a que “la política de industrialización” sea selectiva, de conformidad con cada gobierno, y sus afinidades, con base en exenciones y privilegios, que han ido deformando el concepto de equidad y progresividad tributaria.
Dicho lo anterior, creemos que el golpe más certero a cualquier política de innovación industrial, es la fuerte tributación hacia los dividendos, pues marchita uno de los procesos de financiamiento eficiente, como lo es el mercado de capitales. Es un desacierto total someter los ingresos por dividendos a la Tabla General de Renta.
El impuesto a los dividendos pasaría de un gravamen, que actualmente esta en un rango de 0 a 10%, a quedar bajo la cubierta de la Tabla General que oscila entre el 0 y el 39%.
Esta medida, sumado al nuevo impuesto sobre la renta a personas naturales que ganen más de $10.000.000,oo, con mayor tasa de tributación, disminuye la capacidad de ahorro de las clases medias, y por lo tanto su capacidad de hacer inversiones marginales en activos como los que se negocian en la Bolsa.
Por esa vía, desincentiva la Bolsa de Valores, la participación accionaria, la rentabilidad de las empresas, el enliste de nuevas empresas en la Bolsa. En lugar de propender por hacer de este un país de propietarios, reduce, de manera significativa, el apetito por este tipo de activos.
Por otro lado, la eliminación de la exención a la utilidad por enajenación de acciones y el establecimiento permanente del impuesto al patrimonio, dentro del cual están comprendidos el valor de las acciones, las cuotas o partes de interés y desde luego, la prima por colocación de acciones, así como la participación en fondos de inversión, probablemente tendrá un gran impacto en el aumento del costo de capital de las empresas.
El escenario, pues, no es el más propicio para financiar empresas que vengan a trabajar en la industrialización del país.
Un comentario final: una política coherente de industrialización, debe estar alineada con el sector educativo, donde no solamente se consulte con la academia los caminos viables hacia esas metas, sino también que se instale la enseñanza de la cultura financiera entre los estudiantes de colegios y los universitarios, lo que sin duda fortalecerá el emprendimiento empresarial y la innovación.
BLASCO IBAÑEZ JIMENO, Barranquilla 24 de agosto de 2022